Tuve la fortuna de saltar al vacío total y sobrevivir. Tuve la fortuna de volar y escapar. Tuve la fortuna de huir y dejar de oír. Tuve la fortuna de resurgir, levitar y sentir la antigravedad.
En el vasto tapiz de la historia humana, el amor ha sido un río que fluye incesante, buscando siempre su camino a pesar de los obstáculos que encuentra en su recorrido. Sin embargo, para aquellos cuyas almas se encienden con el amor de los mismos géneros, este río a menudo ha sido forzado a correr oculto, debajo de la superficie de la aceptación social, lejos de la luz del pleno reconocimiento y aceptación.
La represión hacia la comunidad gay y bisexual ha sido como una sombra oscura, susurrando temores y restricciones, intentando silenciar las melodías del amor verdadero, cuanto sufrimiento vacío. Sociedades enteras, enredadas en la ignorancia y el prejuicio, han tejido redes de leyes que condenaron y corazones que juzgaron, ignorando el simple hecho de que el amor, en su esencia, es el lenguaje universal del alma.
Sin embargo, como las flores que valientemente rompen el duro suelo para alcanzar el sol, el amor entre personas del mismo sexo ha florecido a lo largo del tiempo, incluso en los lugares más inesperados. Las historias de amor prohibido han alimentado poemas, canciones y suspiros en la oscuridad, siendo recordatorios audaces de que el amor verdadero, una vez encontrado, nunca puede ser verdaderamente encadenado.
En los últimos tiempos, se han logrado avances inspiradores. Las armaduras de la represión han comenzado a agrietarse, dejando pasar la luz de la aceptación y el entendimiento. El movimiento por los derechos gays y bisexuales, con su fuerza imparable, ha pintado las calles de colores vibrantes, recordando al mundo que el amor es amor, y que en su abrazo, todos somos sagrados.
Nuestra lucha no termina, no podemos bajar la guardia, aún queda un camino por recorrer. Pero en cada paso, en cada historia compartida y en cada corazón que elige amar sin miedo, avanzamos hacia un mundo más amable y lleno de amor, donde cada río puede fluir libremente bajo el sol radiante de la aceptación.
En muchos lugares aún la realidad de muchos hombres sigue siendo una pesadilla por eso mismo nuestra lucha sigue vigente, alerta e incesante. Por normalizar un beso sin mirar a tu alrededor con ansiedad. Por ser niño y tener un novio como lo pude tener cualquier otro niño heterosexual. Por no recibir jamás un comentario de un padre, una madre, un tío, tía o abuelo, de que eso no estaba bien, qué iba a pensar la gente. Por amar sin miedo, amar libre, amar sin cadenas, amar y compartir esa plenitud del amor con todos, y que todos se alegren de tu dicha y de tu felicidad.
Yo no quiero que me acepten, yo quiero que llegue el día que si el amor llega a tu vida, todos, sin excepción, compartan tu felicidad y aplaudan por ella.
Lucho por ese día que todos puedan volar, sentir, amar libres.